domingo, 14 de septiembre de 2014

Don Quijote en verso

Por Macarena Pérez
El ingenioso don Quijote de la Mancha,
sin dar parte a persona alguna de su intención,
sobre Rocinante subió con espíritu de campeón
y al campo salió cruzando una vía estrecha.

Cansado de andar todo aquel día,
se instaló en una venta,
cuya imaginación un castillo veía
y sus aventuras a dos mujeres cuenta.

Era tanta su locura
que truchas pensó que se le servía,
pero una porción del peor bacalao él comía
mientras escuchaba una música que le provocaba ternura.

No hubo duda alguna de su nobleza,
pero con tanta lectura
y sus ganas de aventura
había perdido la cabeza.


viernes, 12 de septiembre de 2014

Gianluca reescribe a don Quijote

La aventura de don Quijote
Por Gianluca Barone

Don Quijote con su escudero se encontraban en un bote, en el cual él alucinaba que viajaba en una gran barcaza, navegando sobre el río Tajo. Después de un largo rato empieza a soplar fuertemente el viento agitando las ramas de los árboles de la costa, y Quijote le comenta a su compañero Sancho:
- Mira hacia allá, nos vienen a atacar enemigos corpulentos, moviendo sus enormes brazos. Rememos, hay que desembarcar y empezar a atacarlos.
En el momento en que Quijote le comenta esto a Sancho, él lo mira con cara rara, y sin entender lo que don Quijote le decía, comenta:
- Señor, se está equivocando, esos son árboles que por el viento mueven sus ramas, no son enemigos corpulentos.
- No, mi gran compañero, mira bien, nos están esperando para pelear, así que sigue remando y prepárate para la batalla - le dice Don Quijote.
Sancho sin entenderlo le hace caso y sigue remando rápido. Don Quijote lo para y en voz baja le dice:
- Ten cuidado, ve tú por detrás, yo les iré por delante.
- Como usted diga, señor - le dice su escudero remando.
Al llegar, Don Quijote desenfunda su espada y corre hacia los arboles, con la ayuda del viento estos lo golpean y lo tiran con sus largas ramas al suelo, él furioso se levanta y empieza a pegarles, mientras que Sancho caminando lo mira, en uno de esos golpes con el viento se le cae una rama sobre su cabeza, y lo deja inconsciente, Sancho asustado sale corriendo hacia él para ayudarlo, lo levanta y lo lleva otra vez al bote. Este empieza a remar, horas después Don Quijote se despierta con la espada en la mano, diciendo:
- ¿Dónde están? No escaparán de mí.
- Señor, usted quedó inconsciente por causa del viento, que derribó una gran rama y lo golpeó en la cabeza.
- No, Sancho, fue un enemigo el que me derribó de un gran golpe, y por no haberme ayudado he perdido mi batalla, pude haberla ganado.
- Como usted diga, señor - le dice Sancho con cara de asombrado.
- Así me gusta, por eso quiero que me lleve devuelta, para poder vengarme de ellos. 
- Amo, pasaron cuatro horas desde que salimos de esas costas, no volveremos para allá. Mire, señor, allí hay un muelle, podríamos desembarcar, seguro encontraremos un lugar para descansar.
- Bien, siga así, mi querido compañero, reme más rápido.
Sancho comienza a remar. Minutos después llegan, atan el bote al muelle, bajan y comienzan a buscar un lugar para descansar. A lo lejos, Don Quijote encuentra un hermoso palacio en el cual se quería hospedar y se lo menciona a su escudero, él le responde:
- Señor, esa es una venta humilde y chica.
- ¿Me va a contradecir todo lo que diga? – le pregunta Don Quijote.
- Perdón, señor, no fue mi intención.
Llegan a esta venta y le piden al ventero si podría ser tan amable de dejarlos descansar hasta el amanecer. Este pobre y humilde ventero, sin poder decirle que no a un flaco, todo golpeado con moretones en la cara, y un gordo, que a simple vista se lo podría ver muy cansado, los deja hospedarse.
- Estamos en deuda con usted, su majestad – dice Don Quijote.